¿Cuántas veces te regañaron por decir mentiras? Como niños nos enseñan a decir la verdad y a sentirnos culpables al no hacerlo. Al nosotros decir la verdad, esperamos que los demás hagan lo mismo, y no sentimos frustrados y engañados cuando los otros tienen su propia versión de los eventos, cuando no cumplen con su palabra o simplemente, cuando nos mienten porque pueden.

Y lo más interesante es que cuando le decimos lo que definimos como “la verdad” a alguien, muchas veces nos sale el tiro por la culata. Las personas no agradecen nuestra extrema amabilidad y honestidad, y más bien se molestan cuando les informamos acerca de “nuestra verdad” acerca de ellos.

Hay, sin embargo, una persona a quien normalmente no nos importa mentirle y lo hacemos frecuentemente y sin piedad. Esa persona somos nosotros mismos. Cada vez que prometemos que mañana sí haremos eso que hemos estado posponiendo hace días,  mentimos. Cada vez que actuamos como esa persona patética a la que le afecta lo que los demás piensan (que ni siquiera podemos saber, sino tan solo imaginar) mentimos. Cuando nos decimos que más vale llevar las cosas tranquilas con alguien, que no importa realmente lo que han hecho, a pesar de estar punto de explotar, mentimos también.

Hoy te traigo una propuesta bien diferente. ¿Qué tal si estuvieras dispuesto a no ser normal? Miéntele a todos menos a ti. No, no se trata de ser la versión de carne y hueso de Pinocho o de ser el truhan del pueblo. Se trata de tres sencillos pasos para darte cuenta del poder de las palabras y de la coherencia entre las palabras y la acción y lo que puedes crear en tu vida a partir de eso.

  1. No le compartas a nadie tu verdad.

En mi trabajo de coach he aprendido que muchas veces debemos decirle a la gente sólo lo que puede escuchar. Y muchas veces eso no se parece nada a “la verdad”.  Muchas veces el decir a la gente lo que piensas de ella o lo que crees que debe hacer los desempodera, los hace resentirte y no crea nada más grandioso para nadie.

A muchos nos enseñaron que juzgar es amar, que arreglar es bondad.  Te tengo una noticia, el juicio no es poder, sino que es la mentira que usamos para intentar controlar.

Antes de hablar con alguien pregúntate: ¿qué puede escuchar esta persona que va a crear lo que deseo, lo que requiero? Y sorpréndete a ti mismo con lo que sale de tu boca.

Cuando alguien te juzga a ti, en vez de defenderte y hacerles saber tu verdad, simplemente contesta: “muchas gracias por preocuparte”. La mayor parte de las personas no saben ni qué hacer o cómo responder a eso. Les quitas la inspiración y puedes seguir con tu vida.

  1. Usa un poquito de manipulación.

La manipulación no siempre está mal. Si usas la manipulación para que la gente elija algo más grandioso, de hecho se convierte en una herramienta para empoderarlos. Y la manera más genial para manipular a alguien es con una pregunta simple como: ¿qué sabes tú?

Cada vez que haces una pregunta, empoderas a la gente.  Una pregunta de verdad es aquella que tiene múltiples respuestas y no simplemente una afirmación con un signo de interrogación.

Y esta herramienta hasta la puedes usar contigo mismo.  Cuando te des cuenta de que te estás mintiendo, haz una pregunta como esta: Si estuviera creando la vida que deseo, ¿qué elegiría aquí?  Por ejemplo, si el fin de semana te prometes que irás el lunes al gimnasio, pones la alarma el lunes y cuando suena, te dices, “mejor mañana” (o sea, comienzas a mentirte) y en seguida “qué flojo soy,  que falta de fuerza de voluntad ¡qué horror!” (o sea un juicio) detente y pregunta: si estuviera creando el cuerpo que deseo, ¿qué elegiría hoy? y actúa en consecuencia. Y entonces viene la parte más importante:

  1. Sé brutalmente honesto contigo.

Ser brutalmente honesto contigo significa conocerte bien, saber qué sí deseas realmente y que sí estás dispuesto a ser y a hacer. Es conocer lo bueno, lo malo y lo feo de ti y sobre todo, darte cuenta que tú estás eligiendo todo en tu vida.

Siguiendo con el ejemplo, ¿qué tal si, de una vez por todas, reconoces que no, que lo tuyo no es levantarte a las 5 am para ir al gimnasio a sudar en una banda?  Si eliges ser brutalmente honesto contigo y dejar de mentirte, puedes usar una pregunta cómo ¿qué otras opciones existen?  La buena noticia es que con esta herramienta puedes cerrar el ciclo donde te mientes y luego te juzgas, puedes empezar a elegir cosas diferentes.

Por ejemplo, si estás buscando actividades físicas para ponerte en forma, pregúntate que sí te gusta hacer, y te parece tan divertido que hasta pagarías por hacerlo. Yo conozco gente que puede bailar toda la noche y sin embargo siente que pierde ambos pulmones y una rodilla con tan solo cien metros de carrera.  En ese caso, si son brutalmente honestos con ellos, en vez de prometer que este año (por fin, después de ocho años) correrán el maratón, se meten a clases de baile de salón, o de zumba o de algo que les haga realmente tener ganas de salir a disfrutar de la música y de su cuerpo, van a crear el cambio que han estado prometiéndose y que aún no se han cumplido.

Durante la próxima semana, prueba ser mentiroso para todos menos para contigo. Usa estas herramientas y sorpréndete a ti mismo. ¡Tal vez no resultes tan malo como creías que eras!